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Servicio social con propósito

  • Gaceta UAQ
  • hace 1 día
  • 3 Min. de lectura
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La brigada “Expedición Científica 4x4”, a cargo del Mtro. Iván González García y del Dr. Victor Antonio Aguilar Arteaga, de la Facultad de Ingeniería, tuvo como objetivo acercar conceptos básicos de matemáticas, física, biología y química a niñas y niños de 6 a 12 años de dos comunidades de Querétaro, mediante actividades lúdicas y participativas. Integraron esta brigada Karla Ximena Tamayo Ramírez, Luis Ángel Bautista Solís y Jessica Lynn Fernández Rosales, estudiantes de séptimo semestre de la Licenciatura en Ingeniería Química en Alimentos de la Facultad de Química, así como Behira Nesija García y Francisco Emmanuel Cuéllar Carrillo, de Ingeniería Mecánica Automotriz. A diferencia de muchos de sus compañeros, que realizan su servicio social en laboratorios o como apoyo docente, ellos optaron por una experiencia diferente: llevar la ciencia a la comunidad rural de San Cristóbal, en el municipio de San Joaquín.


Desde un principio, buscaban un servicio que, sin ser tan absorbente en tiempo, les permitiera interactuar, aprender y aportar de forma significativa. Encontraron en la Dirección de Vinculación una opción que les llamó la atención: trabajo comunitario. Aunque en un inicio parecía no estar dirigido a su área, insistieron y lograron integrarse como equipo. Querían vivir algo distinto, juntos.


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Durante ocho días, de lunes a jueves, impartieron un taller de ciencias para niñas y niños de entre seis y doce años en la comunidad de San Cristóbal, en San Joaquín. Enseñaban matemáticas, física y química de forma lúdica: construyeron lámparas de lava, pintaron flores con pigmentos naturales y compartieron experimentos sencillos para acercar a los pequeños al fascinante mundo de la ciencia.

Más allá de transmitir conocimiento, su objetivo fue despertar el interés por el aprendizaje. "Queríamos que vieran que hay mucho más allá de la primaria, que conocieran lo que se puede hacer con las ciencias", explicó Ángel.


Y es que, como comentó Jessica, cuando alguien preguntó a los niños quiénes querían ir a la universidad, muy pocos levantaron la mano.


En San Cristóbal, los seis grados de primaria comparten un solo espacio escolar. Esta dinámica ha generado rezagos en lectoescritura y matemáticas, lo que limita las posibilidades de los niños de ingresar a secundaria. “Había niños que no sabían leer, y eso es un impedimento para continuar sus estudios”, compartió Ángel.


Pese a este contexto, la comunidad los recibió con hospitalidad y calidez. Al principio hubo cierta desconfianza, pero conforme pasaron los días, las familias comenzaron a abrirse, a invitarlos a sus casas, a compartir con ellos sus alimentos e incluso a integrarlos en eventos como cumpleaños, comuniones y celebraciones locales.


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“Desde el primer día nos ofrecieron sus casas para bañarnos”, recuerda Ximena. “El cariño que te das cuenta que puedes ganarte, y que tú también desarrollas, es algo que te llevas contigo”.


Al llegar, el espacio en el que vivirían estaba abandonado. Tuvieron que limpiarlo, organizarse sin luz ni agua en algunas ocasiones, y adaptarse a una forma de vida con menor acceso a servicios, pero más conexión con lo esencial. "Te das cuenta de lo afortunado que eres", dice Ximena. "Empiezas a valorar cosas tan básicas como el baño o la comida".


En ese proceso, también enfrentaron otro tipo de diferencias: la forma en la que se percibe el tiempo. En la comunidad, la vida es tranquila, sin la urgencia con la que se vive en la ciudad. “Nosotros queríamos iniciar puntuales, pero ellos te decían: ‘¿qué más van a hacer?, tranquilos’”, comparte Ángel entre risas.


Al final del taller, los niños comenzaron a mostrarles cuánto los apreciaban: dibujos, palabras, abrazos. Ángel aún recuerda el cartelito que le regalaron: “Eres mi mejor amigo”. La despedida fue, para los tres, un momento profundamente emotivo.


Esta experiencia, cuentan, transformó su forma de ver el mundo. En lo personal, les permitió conocerse más a sí mismos. En lo académico, fortaleció su capacidad de organización y trabajo en equipo. “Hicimos muy buen equipo entre nosotros —dice Ximena—, nos cuidamos mucho”.

Consideran que este tipo de proyectos sí fortalece la formación integral del estudiantado, pero también creen que podrían perfeccionarse. Ángel sugiere que, antes de implementarlos, se visite la comunidad para conocer sus necesidades específicas. Por ejemplo, enfocarse más en lectura o enviar estudiantes de Veterinaria, dado que muchas personas crían animales sin acompañamiento profesional.


Cuando se les pregunta si recomendarían esta experiencia a otros estudiantes, no dudan: “Sí, porque te saca de tu zona de confort, además de que aprendes, te conectas con otras personas, haces recuerdos que te llevas para toda la vida”. “Es una experiencia que te permite conocerte más a ti, porque estás lejos de lo cotidiano. Y ahí te das cuenta de que eres capaz de hacer cosas que nunca habías intentado”, concluye Jessica.

 
 
 

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