La humanidad en el arte de enseñar
- Gaceta UAQ
- 5 ago
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La enseñanza no siempre comienza en un aula ni con un pizarrón. Para la Mtra. Elizabeth Regina Díaz Díaz, el camino hacia la docencia se fue trazando entre experiencias de vida, pasión por la cocina y una profunda sensibilidad social. Este 2025, su trayectoria fue reconocida por la Facultad de Filosofía de la UAQ con el Premio Xahni, un galardón que distingue el compromiso, la dedicación y la vocación de quienes inspiran dentro de la comunidad universitaria.
Licenciada en Administración, la Mtra. Elizabeth comenzó dando clases en universidades privadas, enfocada en materias administrativas. Sin embargo, su interés por la gastronomía la llevó a especializarse también en cocina y pastelería, áreas que años después definirían su camino profesional y docente.
Una de las experiencias más significativas en su formación ocurrió en Barcelona, donde impartió clases de panadería y repostería en un colegio para jóvenes mujeres. Posteriormente, trabajó en una fundación enfocada en la reinserción social de mujeres privadas de la libertad. Ahí, el aula se transformó en un espacio de segundas oportunidades. “Ellas venían desde la prisión para formarse en cocina, servicio y pastelería. Era un trabajo muy humano, con mucha carga emocional”, recuerda. La cocina se convertía no solo en una herramienta laboral, sino también en una forma de reconstrucción personal.
De vuelta en Querétaro, la Mtra. Elizabeth continuó su labor docente en instituciones como la Universidad Mondragón y, eventualmente, en la Universidad Autónoma de Querétaro, donde actualmente es profesora en la Licenciatura en Gastronomía. Su enseñanza ha sido impulsada siempre por la vocación: “Desde niña me gustaba enseñar. Jugaba a dar clases con mis muñecos. Y cuando comencé a trabajar con jóvenes, supe que había encontrado mi camino”.
Para ella, lo más inspirador de ser docente son sus propios estudiantes: sus preguntas, su entusiasmo, sus desafíos. “Incluso cuando se resisten o se frustran, eso también me impulsa a buscar formas distintas de enseñar y de conectar”. Reconoce que las nuevas generaciones presentan retos como la baja capacidad de atención o el impacto de las redes sociales, pero también oportunidades.
Además de su formación en administración y gastronomía, la Mtra. Elizabeth ha buscado constantemente herramientas para mejorar su práctica docente. Una de las decisiones clave en este camino fue cursar una Maestría en Tecnología Educativa, con la intención de integrar nuevas dinámicas al aula y hacer que la tecnología sea una aliada del aprendizaje. Lejos de limitarse a seguir recetas al pie de la letra, su propuesta educativa busca que las y los estudiantes se involucren activamente, comprendan los procesos y desarrollen iniciativa propia, especialmente en un contexto donde la inmediatez y la cultura digital pueden generar expectativas poco realistas sobre la cocina.
Para ella, enseñar no es solo transmitir conocimientos técnicos, sino también formar personas resilientes y constantes. En sus clases, busca que el alumnado aprenda a equivocarse, a volver a intentar y a valorar el proceso tanto como el resultado. Esa dimensión humana de la enseñanza, donde hay espacio para la duda, el error y el crecimiento, es lo que más valora de su labor. Incluso las situaciones difíciles, como las vividas durante su tiempo como docente en la fundación en Barcelona, le han dejado lecciones sobre el poder de la calma, la empatía y la escucha activa en el aula. Cada experiencia ha reforzado su convicción de que enseñar también implica aprender todos los días, con humildad y con apertura al otro.
A lo largo de su carrera ha aprendido que enseñar implica también reconocer lo que no se sabe, y estar siempre abierta a aprender de los demás, especialmente del estudiantado. “Creo que los docentes no lo sabemos todo y que también podemos enriquecernos con lo que los jóvenes nos aportan. Se trata de encontrar un punto medio entre generaciones, de aprender todos de todos”.
La resiliencia, la constancia y la iniciativa son los valores que busca sembrar en sus estudiantes, sobre todo en un ámbito tan exigente como la gastronomía. “Si no te sale, hay que volverlo a intentar. Y si no quedó como esperabas, hay que tener iniciativa para mejorar”.
Recibir el Premio Xahni fue una sorpresa tan grande como emotiva. “Pregunté varias veces si no había un error, hasta que me dijeron: disfrútalo. Y eso hice. Me sentí muy orgullosa”. Más allá del reconocimiento, lo que más atesora son los momentos en los que ve florecer a sus estudiantes: cuando superan un reto, cuando vuelven años después convertidos en profesionistas o cuando recuerdan con cariño lo que aprendieron en su clase.
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